Mié. May 15th, 2024

Esta semana, bien llamada Santa, es la más importante del calendario litúrgico anual para los cristianos del mundo entero. Durante ella se conmemora la pasión y muerte en la Cruz de Jesús, el Cristo, el Mesías prometido.

El jueves, primer día del triduo pascual, la iglesia recuerda el establecimiento de la Eucaristía en la última Cena y la institución del Sacerdocio.  El Arzobispo preside la Misa Crismal concelebrada con su presbiterio. Resulta muy significativo también el lavado de los pies, que recuerda el gesto de Jesús con sus apóstoles. Por la noche se visita el Santo Sepulcro. El viernes es el día de la muerte del Redentor. No se celebran misas y se venera la Cruz; se reza el Vía Crucis y en muchas ciudades del mundo, incluida la nuestra, se organizan multitudinarias procesiones, es una jornada de recogimiento y de ayuno y de abstinencia de carne.

El sábado es un día de espera, tampoco se celebran misas. El domingo, en cambio, será de Gloria, porque se celebra la Resurrección de Jesús tal como lo había prometido y que da sentido a toda su religión; es la fiesta más importante del mundo cristiano, porque significa el triunfo de la vida sobre la muerte, es la fiesta de la renovación y de la esperanza. También es la Pascua, nombre recibido de la Pascua judía, o Pésaj.

Recordemos que los judíos celebran el Pésaj ó Paso, para conmemorar la salida de Egipto  y el paso del Mar Rojo, hecho sucedido aproximadamente en el año 1250 antes de Cristo  (Éxodo 12,1-9). El acontecimiento bíblico marca el nacimiento de la nación judía.  Este año, la Pascua judía caerá en el mes de Abril.

Para los cristianos en cambio, la Pascua es la de la Resurrección. Como dice San Pablo: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (Corintios 15:3-4).

Recordemos que los primeros cristianos, por ser judíos, celebraban la Pascua tomando la relación con Jesús como el Cordero de Dios(Agnus Dei), que quita los pecados del mundo.

Los cristianos transformaron la celebración de la Pascua judía como fiesta de la resurrección de Jesús de Nazaret a partir del concilio de Nicea bajo Constantino. Desde entonces, se inició la separación entre el judaísmo y el cristianismo produciéndose tergiversaciones que ocasionaron en distintos siglos y lugares, confrontaciones y persecuciones, creándose leyendas e imputaciones contra los judíos, en muchos casos absurdas.

En el Concilio Ecuménico, Vaticano II,  que comenzó en 1962 presidido por Juan XXIII y que se clausuró en 1965, bajo el pontificado de Pablo VI, la iglesia modificó la histórica actitud hacia los judíos con la declaración Nostra Aetate. En ella se exonera a los judíos de toda culpa colectiva por la muerte de Jesús y también se afirma que el pacto de ellos con Dios nunca fue suprimido.

Medio siglo después de aquel histórico Concilio, hubo una franca actitud de apertura hacia la religión judía por parte de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.  El actual Papa Francisco, continúa en esa línea; ya como Arzobispo de Buenos Aires, cultivó una profunda y fructífera amistad con el rabino Abraham Skorka. Juntos publicaron un libro de diálogo interreligioso “Sobre el Cielo y la Tierra”. El texto es una síntesis de un centenar de horas de conversación “franca y sincera” y “pretende ser un aporte para empezar a reconstruir la cultura dialogal en nuestro medio” señaló en su momento Skorka.

Transitando el tercer milenio las iglesias se comprenden, se respetan y en cierta manera se muestran unidas, lo que debió ser así siempre, ya que todos creemos en un mismo y único Dios y tanto judíos como cristianos compartimos los libros del Antiguo Testamento.

Y conforme a mi fe cristiana, reproduzco, por el valor enorme que representan y por su actualidad, palabras del mensaje de Benedicto XVI al celebrar la Pascua de 2010, antes de impartir la bendición «urbi et orbi»: «Que la Pascua de Cristo traiga luz y fortaleza a los responsables de todas las Naciones, para que la actividad económica y financiera se rija finalmente por criterios de verdad, de justicia y de ayuda fraterna. Que la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad, para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una «cultura de la muerte» que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad, en el que toda vida humana sea respetada y acogida». (Palabras de Benedicto XVI)

MUY FELICES PASCUAS!!!