Hinton, un expatriado británico que actualmente tiene 75 años, es un académico de toda la vida, con una carrera profesional impulsada por sus convicciones personales sobre el desarrollo y el uso de la IA. Se unió a Google en 2013 después de que ésta comprase la empresa DNN research, que Hinton fundó junto a algunos de sus estudiantes.
En una entrevista con el New York Times, Hinton advierte que será difícil prevenir que las herramientas que él mismo ayudó a crear durante las últimas décadas se utilicen con fines nocivos. “Hay una parte de mí que lamenta el trabajo de toda mi vida”, reconoce, “Me consuelo a mí mismo con la excusa habitual: de no haber sido yo, lo habría hecho otro”, expresa durante una larga entrevista en el comedor de su hogar en Toronto, a pocas cuadras de donde él y sus alumnos hicieron aquel trascendental descubrimiento.
Los principales expertos creen que los nuevos sistemas de IA podrían ser tan cruciales como la llegada de los navegadores web a principios de la década de 1990, y desencadenar un efecto dominó de drásticos avances en todos los ámbitos, desde el desarrollo de medicamentos hasta la educación. Pero dentro de ellos, también a muchos les carcome el temor de estar liberando una fiera peligrosa.
Hinton cree que estamos muy cerca de crear inteligencias artificiales generalistas mucho más listas que un ser humano, un escenario que hasta hace poco consideraba que estaba bastante alejado. En 2018, Hinton y otros de sus dos colaboradores históricos recibieron el Premio Turing, “el Nobel de la computación”, por su trabajo en redes neuronales.
El investigador se une de esta manera, a los expertos que en el mes de marzo publicaron una carta abierta pidiendo una pausa en el desarrollo en inteligencia artificial, al menos de seis meses, para tratar de acordar guías comunes o un marco regulatorio que permita avanzar con menores riesgos para la humanidad.
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