Dejamos atrás el discurso que Alberto Fernández pronunció en la Cumbre de las Américas, en calidad de titular pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y como presidente de Argentina. Fue un discurso muy áspero, sin consideración al anfitrión del encuentro, el presidente Joe Biden, ni respetar consagradas formas diplomáticas. El Celac es un organismo que no reviste ninguna importancia, y como presidente de Argentina, no tuvo en cuenta la debilidad de su propio gobierno, jaqueado por problemas muy graves e inmerso en un feroz internismo con su vicepresidente Cristina. En definitiva, más allá de que sus palabras no reflejan el pensamiento de la mayoría de los argentinos, y que solo pueden dejar conforme a Nicolás Maduro, al presidente de Cuba Miguel Días Canel, al nicaragüense Daniel Ortega y a los cristinistas de paladares negros, sin que generen beneficios ni para el país, ni para el propio Alberto, su discurso se perderá en la niebla de los tiempos, de manera intrascendente.
Pero queremos referirnos hoy a un tema mucho más importante, ocurrido al finalizar la Cumbre. Frente a los mandatarios latinoamericanos, el presidente de los EEUU Joe Biden se mostró muy preocupado por la posibilidad de que se desencadene una Tercera Guerra Mundial. El presidente de Estados Unidos fue directo a la hora de hablar de Rusia y sobre los riesgos de la guerra en Ucrania.
Biden dijo a los mandatarios de la región, estupefactos por tan terribles palabras y que lo escuchaban en un silencio sepulcral, que contaba con información clasificada que lo hacía tener una mirada escéptica sobre el desenlace de la guerra en Europa. El riesgo de que esto ocurra, según explicó el norteamericano, es muy grande y las consecuencias inimaginables.
La especulación es que el presidente de Rusia, Vladímir Putin podría utilizar armas tácticas, es decir misiles atómicos, lo que obligaría a Estados Unidos a entrar en acción militar directa.
Desde la crisis de los misiles en Cuba de octubre de 1962, cuando Estados Unidos tomó conocimiento de la instalación de bases de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en la isla caribeña, no se dio un momento más complejo para la humanidad, que el que hoy está viviendo el mundo tras la invasión rusa a Ucrania.
Sin duda que este será el tema principal en la reunión del G7 que Alemania organiza para los últimos días de este mes en Múnich y a la que también fue invitado el presidente Alberto Fernández. De hecho, en Los Ángeles hubo tres mandatarios que estarán presentes en ese encuentro: Biden, Justin Trudeau del Canadá y Fernández. En la mesa del G7 seguramente se evaluarán las sanciones contra Rusia y las perturbaciones en las entregas del gas ruso a Europa, cuya dependencia energética de Moscú ha impedido hasta ahora la aprobación de un veto total a las importaciones de hidrocarburos rusos.
Los cancilleres del grupo se reunieron el viernes en la ciudad de Wangels, en el norte de Alemania, donde reafirmaron la unidad en apoyo de Ucrania. El Reino Unido pidió que se envíen «más armas» y se adopten nuevas sanciones contra Rusia, mientras que Francia garantizó a Kiev el apoyo del G7 «hasta la victoria». Por su parte, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció durante el encuentro, que el bloque europeo brindará 500 millones de euros (unos 520 millones de dólares) adicionales de ayuda militar para Ucrania.
El solo pensar en una guerra nuclear, nos aterra. No importa cuanto lejos estemos del conflicto. El uso de armas atómicas implicaría la destrucción de la humanidad tal como hoy la conocemos.