Mié. Abr 24th, 2024
La administración de Alberto Fernández continúa con una vieja práctica que han utilizado la mayoría de los gobiernos que le han precedido, en lugar de reducir el gasto, intentan equilibrarlo creando nuevos impuestos.

Bien sabemos ya, que la presión impositiva es insoportable para las empresas; se conoció que en el país se contabiliza la absurda cifra de 165 impuestos diferentes, esto lo señala el “Vademécum tributario” publicado el domingo pasado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).

Lógicamente que esta carga fiscal es incompatible con la inversión y la captación de capitales. Muchas empresas importantes optaron por vender sus activos y abandonar Argentina en los últimos tiempos y los niveles de inversión son mínimos. Aun así, la imaginación de nuestros funcionarios del área económica parece no tener límites para elucubrar nuevos tributos, ahora se les ha ocurrido crear un impuesto “a la renta inesperada” que está siendo diseñado por el ministro de Economía Martín Guzmán.

Todavía no se conocen detalles sobre el impuesto en cuestión, el ministro solo informó que se aplicará a empresas con ganancias netas imponibles superiores a los $1000 millones en el año. Dijo también que si la “renta inesperada” por el conflicto bélico en Europa se canaliza hacia la reinversión productiva se pagará menos. “Hay sectores de la economía que se benefician con ganancias extraordinarias inesperadas producto de la guerra y miles de millones de personas en el mundo que sufren las consecuencias de los aumentos de los precios”, dijo el ministro en el foro de ministros del G-20.

Como era previsible desde diversos sectores empresariales ya se manifestaron en contra del impuesto. Tanto la Unión Industrial Argentina, como la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) el CEC (Centro Exportador de Cereales) y la Cámara de Comercio y Servicios (CAC), entre otros, cuestionan la iniciativa oficial.

El gobierno debería preocuparse por crear condiciones para que las empresas, grandes pequeñas y medianas, concreten inversiones que generen empleo y hagan crecer la producción y las exportaciones. Pero la creación de nuevos tributos va en sentido opuesto a este cometido.  Claro está que el proyecto todavía tiene que ser aprobado por ambas cámaras del Congreso y Juntos por el Cambio anunció oportunamente que se opondrá a todo nuevo impuesto o al aumento de los existentes, es de suponer que los libertarios también se opondrán.

Es necesario que el Estado ajuste sus gastos; resulta indignante el gasto político, sueldos astronómicos, aviones privados, hoteles cinco estrellas, recepciones muy costosas para los funcionarios, mientras hay un 40 % de pobreza y muchos argentinos pasan hambre. El hecho que la Sra. vicepresidenta cobre una doble pensión que suma tres millones y medio de pesos mensuales contra jubilaciones que apenas sobrepasan los 30.000 pesos de una enorme porción de la población pasiva, es una muestra palpable de las aberrantes distorsiones que se dan en nuestro Estado.

Y así como se piensa en un impuesto a la renta inesperada, ¿el Estado se hará cargo de las «pérdidas inesperadas», como las de una sequía, un granizo que arruina los cultivos, una fuerte helada, una inundación o la falta de insumos para una industria?

Claro está que hemos podido constatar “rentas inesperadas” en el kirchnerismo, como en los bolsos repletos de dólares de José López, en las cajas de seguridad de Florencia Kirchner o en los millones de Máximo, del que no se conocen trabajos anteriores a los actuales, de político.

Los funcionarios tienen que comenzar a pensar en otras soluciones, y no en crear nuevos impuestos. El equilibrio fiscal se logrará reduciendo el gigantesco gasto público, de lo contrario no saldremos de la pendiente que nos lleva inexorablemente a mayor pobreza.