Vie. Mar 29th, 2024

Continuamos hoy con Julio Argentino Roca, con motivo de haberse cumplido el 19 de este mes, 107 años de su fallecimiento.  Recordemos que en ocasión del centenario de su muerte, en 2014, el cristinismo gobernante no le rindió los honores que le corresponden a quien fuera dos veces presidente de la República y gran impulsor del progreso de la Nación, Tampoco el ejército, rindió homenaje a quien fuera su Comandante en Jefe y llevara con honor el grado de Tte. General. Una omisión promovida por el entonces Jefe de Estado Mayor, Cesar Milani.

Reconocemos que Roca es una figura histórica polémica, lo fue también entre sus contemporáneos. Sin embargo, desde la ignorancia y sacado del escenario de los tiempos, se le formulan absurdos cargos, acusaciones que son de plano rechazadas por los estudiosos bien documentados del pasado. Pero nadie, incluso los más ignorantes, puede desconocer que el gran político y estadista tucumano, es el verdadero forjador de la Argentina moderna y que logró, junto a sus compañeros de la llamada Generación del 80, un desarrollo excepcional de la Nación Argentina, tanto en lo económico, como en lo social y en lo cultural.  

Veamos hoy sus logros en materia educativa. Roca estaba convencido de que había que ampliar la educación primaria llegando a los más recónditos rincones del país, de manera que todos los sectores populares tuvieran acceso a ella. Para este proyecto se necesitaban maestros y es así que se dio especial prioridad a la formación de educadores.

Consecuentemente, las escuelas normales que en 1880 eran sólo 10, en 1886 habían llegado a 17, con un incremento del 70%. Esto generó un espectacular aumento de docentes, de los 1.915 que había en el año 1880, seis años más tarde llegaban a 5.348, con un incremento del 179,3%.  Con respecto a los alumnos, al asumir Roca la Presidencia, había 86.927 y al concluir su mandato los educandos llegaban a 180.768, con un incremento del 118%. Las escuelas públicas que en 1880 sumaban 1.214, alcanzaban a 1.804, seis años más tarde.

Muchos creen que la Ley 1420 de enseñanza laica y obligatoria, es obra del gran educador de América, Domingo Faustino Sarmiento, pero esto no es así, si bien Sarmiento fue el iniciador del asunto, fue Roca su fuerte impulsor y el que lograra su sanción. El ministro de Justicia e Instrucción Pública, Eduardo Wilde, defendió con firmeza en el Congreso, la postura laicista de Roca, muy cuestionada por la Iglesia y sectores católicos de la sociedad. Tan fuerte fue la polémica con el nuncio apostólico Luigi Matera, quien veladamente sugería la desobediencia civil, que el ministro Francisco J. Ortiz, por orden del Presidente, devolvió al Nuncio sus credenciales y ordenó su salida inmediata del país. Las relaciones con la Santa Sede quedaron interrumpidas durante varios años.  La Ley 1420 sentó las bases de nuestro sistema educativo y posibilitó que en pocos años Argentina lograra uno de los índices de analfabetismo más bajos del planeta.

El gran estadista tucumano también entendía que la enseñanza en la etapa secundaria y también en la superior, debían responder a las necesidades laborales del país. En 1901, ya corriendo su segundo mandato, anunciaba en su mensaje al Congreso: “En vuestras primeras sesiones os daré cuenta del decreto destinado a reorganizar debidamente la enseñanza secundaria, conforme a sus fines propios y a las exigencias que la economía nacional impone particularmente a nuestra instrucción”. Y para aclarar mejor el tema continuaba: “La vieja educación enciclopédica y siempre doctrinaria va siendo enérgicamente desalojada y sustituida, ante el reclamo unánime de los más notables pensadores, por la enseñanza que calcula la utilidad del valor de sus máquinas. Escuelas y colegios son hoy establecimientos de la más noble industria: la que trata de producir elementos sociales del mayor valor civilizador, mejorándolos gradualmente y habilitándolos así para vencer en la concurrencia del trabajo y de la inteligencia productiva”.

Lamentablemente, el proyecto elaborado por su Ministro Osvaldo Magnasco, de amplia reforma del sistema educativo, entre ellas la transformación de los colegios nacionales en colegios industriales y agrícolas, no fue aprobado. Los defensores de la cultura enciclopedista al estilo francés opinaban que sustituir un Colegio Nacional por uno de Agricultura o Industria era una suerte de “menoscabo”.