Jue. Mar 28th, 2024

Nunca antes se había experimentado en el país, una reacción tan inmediata y espontánea contra el discurso del presidente de la Nación. Efectivamente, cuando Alberto Fernández daba fin a sus anuncios sobre nuevas restricciones, ya se comenzaban a oír los golpes a las cacerolas en gran parte de los barrios porteños. Al finalizar, el cacerolazo fue total y algunos grupos llegaron hasta la puerta de la Quinta Presidencial de Olivos.  Sin duda que la mención sobre la suspensión de las clases presenciales fue el disparador de la masiva protesta.

Y no es para menos, los chicos estuvieron sin ir a clase durante todo el año 2020, por una cuarentena a destiempo y con muy malos resultados en la contención de la pandemia. Un año perdido en materia educativa que se suma al drama general que padece la educación argentina.

Este año se inició con protocolos estrictos para que los chicos pudieran volver a las aulas, la evaluación de riesgo para educadores y educandos señala que las clases presenciales no son un foco importante de contagios. El pasado 6 de abril, el Ministerio de Educación de la Nación difundió los primeros datos de contagios en las aulas. A partir de una muestra de 5.926 colegios, reveló que tan solo se contagió el 0,16% de los alumnos y el 1,03% de los docentes durante el primer mes de clases.[i]

El mismo día de los anuncios de Fernández, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, reafirmó la necesidad de «priorizar la escuela» en su actual esquema de «presencialidad parcial, alternada, cuidada y con protocolos», y dijo que la modalidad constituye «un ámbito seguro», en el contexto del incremento de casos de coronavirus.

Lo manifestado por Trotta, fue borrado con el codo por el presidente. ¿Es que entre ambos no hay comunicación?
Otros dichos de Fernandez en el cuestionado anuncio, fue cuando habló sobre el “relajamiento del personal de salud y el sistema de sanitario” durante el verano. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) emitió un comunicado en el que expuso su “consternación” por las expresiones del primer mandatario, ya que, consideran que el personal de salud “está dando todo para sostener el sistema sanitario” y que atienden “pacientes con distintas patologías, entre ellas Covid-19, en cualquier momento, en cualquier hora”. El comunicado también expresa, “escuchar estas palabras nos impacta profundamente, máxime en estos momentos tan dramáticos, donde el personal de salud está dando todo para sostener el sistema sanitario y poder brindar todos los cuidados a cada paciente que lo necesita, que nos necesita, como sistema y personal de salud. Porque el sistema de salud ES el personal de salud”, finaliza el documento.  Debe haber estado muy “distraído” el presidente para achacar “relajamiento”, justamente a todo el personal de salud, que en estas circunstancias se ha prodigado en esfuerzos para contener a los enfermos de Covid.

En entrevista con Radio 10, para justificar sus anuncios Fernández dijo: “Todo este tiempo he hablado con maestras de escuela de chicos con capacidades diferentes, de lo difícil que se les hace trabajar con esos chicos, que no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan”, Gabriela Santuccione, coordinadora Grupo Articulo 24 por la Educación Inclusiva, señaló: “Ese comentario es absolutamente discriminatorio y estigmatizante hacia las personas con discapacidad y, además, está alejado de la realidad, porque las organizaciones de personas con discapacidad y sus familias sabemos perfectamente que no son los chicos con discapacidad los que no pueden entender las cosas”[ii]

“El que mucho habla mucho se equivoca”, sin duda que el refrán le cabe también a Alberto, pero el problema es mucho más grave. Nunca en la historia del país, la palabra presidencial ha quedado más desvalorizada. Y esto es culpa del mismo Alberto, habló, se equivocó, mintió, se desdijo de sus dichos, fue refutado cientos de veces, hasta por mandatarios extranjeros y ya la gente, el ciudadano común, no le cree. Parece no darse cuenta de que su verba esta devaluada y que más le valiera callar y comunicarse a través de sus ministros.