Sáb. Sep 14th, 2024

Cumpliendo mandato constitucional, el presidente de la Nación inauguró el período ordinario de sesiones del Congreso.  Ceremonia similar tuvieron lugar en las legislaturas provinciales y consejos deliberantes municipales de todo el país, donde los titulares de los ejecutivos inauguraron los períodos legislativos.

Ante la Asamblea Legislativa nacional, Alberto Fernández, mediante un larguísimo discurso, dado en un tono monocorde, sin mucho énfasis ni entusiasmo, cargó duro contra la justicia y la oposición. De aquel Fernández moderado que prometía en su discurso de asunción, ser el presidente que cerraría la grieta, nada queda. Paso a profundizarla y generar mayor división entre los argentinos.  Como era de esperar, defendió su gestión, al margen de los reales resultados, y calificó como error al vacunatorio VIP de Ginés González García, antes había dicho que no se cometió ningún delito. Suman más de 15 las denuncias penales por el asunto y el fiscal ya imputó al exministro. Embistió contra Mauricio Macri reiteradamente, en cada parte de su discurso y arremetió contra la Corte y la Justicia Federal.

Hizo referencia al endeudamiento con el FMI calificandolo “como la mayor malversación de caudales que nuestra historia registra” y anunció que ha instruido para que se inicie una querella criminal para determinar sus autores y partícipes.  Bien vale recordar que nunca un Jefe de Estado, en todos los períodos democráticos desde 1916 hasta hoy, ordenó investigar a su antecesor en la Justicia federal penal.  Tampoco resultará grato a los funcionarios del Fondo saber de esta investigación judicial que de todas formas los involucra, justamente cuando el Ministro Guzmán, tiene que acordar condiciones para el pago de la deuda.

Alberto pasó de ser un acérrimo critico de Cristina a ser un fiel militante de su espacio. Dejó el peronismo republicano muy atrás y se enroló en las filas del kirchnerismo duro.  No habló para la Asamblea Legislativa, tampoco al país. Habló para Cristina, sentada imperturbable a su lado.

Claro está, que hasta el momento Alberto no pudo cumplir con su parte en el acuerdo con su Vice, quien lo colocó en el sillón de Rivadavia. Los avances hacia la impunidad de Cristina han sido muy magros, y la justicia continúa con sus plazos, como pudo constatarse en el reciente fallo contra Lázaro Báez, reconocido socio de los Kirchner.  Cristina teme que los tiempos resulten escasos y apura a Alberto. Resolver sus problemas judiciales, son ya la mayor obsesión del Presidente, que cada día se muestra más ofuscado y confundido, y busca desbaratar la justicia.

Los ataques al Poder Judicial son impropios de un Jefe de Estado; él es cabeza de un poder por lo que no le corresponde criticar a otro poder, bajo pena de vulnerar la constitución que garantiza la independencia de los poderes del Estado. Hay mecanismos preestablecidos para que un poder pueda controlar los desvíos de otro, sin vulnerar los principios republicanos.

Atacando fieramente a Macri y a la justicia, cree contentar a su Jefa, que como ya se ha comprobado es quien orienta y decide en su gobierno. En definitiva, fue un discurso de apertura de sesiones muy duro y que señala una ruptura con la oposición, con la justicia y con todos los que no comparten sus puntos de vista.

Era lógico que, en la noche del lunes, las cacerolas volvieran a retumbar en Buenos Aires. Según dicen los que las escucharon, sonaron más fuertes que nunca, en repudio al discurso de Alberto, que día a día, se aleja más de la gente y no advierte que será muy difícil gobernar hasta completar su mandato, sin diálogo y sin acuerdos.