Dom. Abr 28th, 2024

La palabra resetear, que viene del inglés “reset”, que significa reponer o reiniciar, bien podría aplicarse a lo que los argentinos votamos en noviembre último, un cambio muy profundo.  Argentina, más que emparchar sus heridas, necesita volver a las fuentes, volver a sus orígenes, aquellos inspirados por Juan Bautista Alberdi y plasmados en nuestra sabia Carta Magna.

Recordemos que el 1º de mayo de 1853 los diputados enviados por las provincias, sin participar Buenos Aires, que recién se incorporó en 1860, reunidos en Asamblea Constituyente en la ciudad de Santa Fe, sancionaron la Constitución Nacional. El objetivo era constituir la unión nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior. Esa Constitución o Ley Suprema, sentó, con el nombre de Confederación Argentina, las bases jurídicas de la actual República Argentina y al mismo tiempo, según el mismo Alberdi, es un programa completo de economía política.

El Pacto de San José de Flores, de 1859, fue un acuerdo de unión y de paz que permitió la reincorporación de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina luego de varios años de enfrentamientos y segregación.

Y bien vale también recordar parte de la proclama del presidente Justo José de Urquiza al momento de emprender su campaña por la integridad nacional el 25 de mayo de 1859

Decía Urquiza: “No hay vencedores, ni vencidos quiere decir: no hay unitarios, ni federales, no hay proscriptos, ni perseguidos; no hay responsabilidad política por el pasado; todos somos iguales, todos somos hermanos; unámonos los argentinos a la sombra de la bandera de Mayo; hagámonos dignos de ella, contribuyendo todos a la paz, a la prosperidad y al engrandecimiento de nuestra dilacerada patria”.

En estos momentos tan difíciles que vive nuestra república, es vital deponer actitudes personales o sectoriales en beneficio del conjunto. Unirnos los argentinos a la sombra de nuestra bandera como lo señala Urquiza. Salir de una larga caída en lo económico y social y superar la grieta política que nos divide.

Y es conveniente recordar el pasado para proyectarnos al futuro. Aquellos años de la década de 1850, no eran menos conflictivos que los tiempos actuales, el país surgía después de décadas de luchas intestinas y dictadura, con la fe puesta en el porvenir, pero haciendo suya la propuesta de Urquiza, sin vencedores ni vencidos.

Algunos se quejan ahora de la rapidez con que va Javier Milei, el presidente, y de cierto destrato con gobernadores, legisladores y los que se oponen a sus ideas. Ciertamente que el presidente tiene que moderar su discurso y entender que el marco de su accionar es la Constitución. Pero imponerle un ritmo veloz a su gobierno, es necesario por la urgencia de los problemas. Todos estamos padeciendo un periodo de transición, de un cambio cultural que cala hondo. Y bien vale observar que todavía una gran mayoría, está apoyando al presidente que nos promete un cambio y una salida del histórico círculo vicioso al que nos llevó un populismo irresponsable que generó mucha pobreza en un país rico.