Lun. Jun 5th, 2023

Ayer decíamos que se necesitan más buques para la prefectura para cuidar la riqueza ictícola de nuestro extenso litoral marítimo. Hoy quiero relatar un episodio vivido por uno de esos patrulleros.

En 2018, a la altura de Comodoro Rivadavia, a 200 millas de la Argentina continental, un barco de la Prefectura Naval Argentina, el Mantilla[i], comandado por el Prefecto Mayor Javier Giannattasio fue el protagonista de una persecución histórica. Giannattasio había desarrollado una técnica innovadora: en medio de la noche, infiltraba su patrulla entre la flota pesquera y desde allí vigilaba que ningún barco se desprendiera para cruzar hacia la zona argentina. Eso fue lo que hizo en 2018: “Le ordené a la tripulación que escondiera al Mantilla”, asegura.

En la madrugada del 21 de febrero de 2018, el radar de la Prefectura mostró un punto que titilaba dentro de las 200 millas prohibidas. Ese punto titilante era un barco pesquero chino de la empresa Yantai Jingyuan Fisheries, el Jing Yuan 626, que poco a poco comenzó a separarse de la flota y se adentró en territorio no permitido.

Asegurándose primero de que el pesquero no había ingresado por error y que efectivamente estaban pescando, comenzaron a perseguirlo. Al darse cuenta de que los querían detener, el pesquero chino apagó sus luces y salió de la zona prohibida. Buscaba confundirse entre el resto de los pesqueros.

Los oficiales se comunicaron con la base en tierra y dieron la noticia: había comenzado una persecución. Al mismo tiempo, el armero comenzó a preparar rifles y ametralladoras. Incluso el cocinero prendió las hornallas para preparar viandas que llevaría la comisión encargada de abordar el barco y llevarlo a la costa. “Logramos acercarnos al Jing Yuan 626 y, con un parlante, le indicamos que se detuviera, que sería abordado. Pero el barco nunca se detuvo”, dice Giannattasio

Cuando el Mantilla logró ponerse a la par de su objetivo, cuatro barcos de la misma empresa comenzaron a obstaculizar su camino. “Se nos tiraban encima”, recuerda el Prefecto. Los intentos de colisión de los pesqueros chinos fueron infructuosos, la tripulación del barco argentino logró evadir una y otra vez aquellos embates.

Giannattasio tuvo que pensar rápido. La decisión nunca es sencilla: disparar también implica poner en riesgo a la tripulación. Todos esperaban su orden. “Al final, de los cinco barcos, le tiramos a tres con las ametralladoras. Pero no se detuvieron. Terminamos usando el cañón. Disparamos ‘tiro por tiro’ al casco de los barcos. Aun con los pesqueros metiéndose en nuestro camino teníamos que ser cuidadosos. El objetivo no era aniquilarlos, queríamos que se asustaran y pararan”, asegura. Pero ninguno de los barcos de la empresa Yantai Jingyuan Fisheries se detuvo.

La persecución se extendió durante horas. A las diez de la mañana del día siguiente, los pesqueros ilegales llegaron hasta el límite con las islas Malvinas, donde empieza la jurisdicción británica. Los prefectos no tuvieron más remedio que detenerse y ver a los cinco pesqueros desvanecerse en el horizonte.

Era una tragedia. Parecía que todo aquel esfuerzo había sido en vano. “Pero nosotros teníamos fotos, grabaciones, impresiones del mapa que mostraba al barco dentro de la Zona Económica Exclusiva”, explica Giannattasio

Al llegar al puerto, entregaron todo ese material al Juzgado Federal de Primera Instancia de Comodoro Rivadavia a cargo de la jueza Eva Parcio de Seleme que tenía experiencia en estos temas.

La magistrada resolvió generar una multa por los gastos operativos del Mantilla y por los agravios. Unos días después de la persecución, la empresa pagó 8.000.000 de pesos argentinos (en el momento, alrededor de 403.023 de dólares). Parcio de Seleme asegura que este fue un caso sin precedente. “Nunca habíamos visto una persecución tan violenta y peligrosa. Los chinos querían detenernos a toda costa”, añade.

La persecución de los cinco barcos pesqueros chinos quedó en la historia de la Prefectura como un ejemplo de lo que son capaces los pesqueros para evitar a la Justicia. Pero también dio cuenta del valor de aquella tripulación

Fuente: Nota de Matías Avramow publicada en La Nación