Jue. Mar 28th, 2024

Sí, vayamos a 1898. Con casi 25 mil habitantes, lo que hoy es San Miguel de Tucumán contaba con varias ‘fuentes’ de abastecimiento de agua. La costumbre: ir hasta las fuentes a recoger el líquido en recipientes y llevarlos a las casas.

La gestión del gobernador Benjamín Aráoz fue determinante para inaugurar el servicio de agua potable en ese año. Fue el ingeniero italiano César Cipolletti y la voluntad de sus colaboradores, que idearon multiplicar las fuentes de distribución.

Los antecedentes históricos dan cuenta de que las primeras tomas se realizaron en Tafí Viejo, Las Piedras y San Javier. Estas zonas eran concluyentes para cumplir con el objetivo trazado, ya que contaban con un amplio caudal de agua y estaban más elevadas que la Capital en relación al nivel del mar, lo que beneficiaba al proyecto desde el punto de vista económico.

En sus comienzos, el servicio inaugurado en 1.898, tuvo como fuente de provisión de agua a los caudales de diferentes arroyos de las Sierras de San Javier: Cainzo, Las Víboras, Las Cañas, Tafí, Anta Yacu, Las Piedras y Cedro. Según los registros de la época, los arroyos brindaban, en conjunto, unos 200 litros por segundo, en un período de 10 meses al año.

Las primeras cañerías fueron de cemento y estimamos que su capacidad de conducción era de 50 litros por segundo. El destino final de las tuberías eran los grandes depósitos construidos en la zona de Villa Muñecas para el posterior abastecimiento a toda la población. Actualmente, en ese mismo lugar funciona una de las plantas potabilizadoras de Sociedad Aguas del Tucumán, por lo que se trata de un espacio histórico en el marco de las obras hídricas en la provincia, además el edificio fue Declarado Monumento Histórico Nacional.