La inflación, la caída del poder adquisitivo de los salarios, la degradación de nuestro signo monetario, la falta de parámetros para fijar los valores de nuestros contratos a futuro y otras perversidades de la economía, que parecieran ensañarse con nuestros bolsillos, son resultado del gasto excesivo del Estado que cuando no se paga con créditos se cubren con la emisión espuria de billetes.
Los gobiernos populistas hicieron creer que la Caja del Estado es una bolsa inacabable de dinero. Que puede dedicarse a dilapidar los recursos invirtiéndolos en cosas ociosas, en distracciones, y en programas sociales que no favorecen la genuina generación de riqueza, por el contrario, fomentan la vagancia y cargan las espaldas de los que realmente la generan.

La buena asignación de recursos, en infraestructura, por ejemplo, es propia de un buen gobierno que piensa en el futuro, justamente lo que el kirchnerismo no hizo. Existen demasiadas carencias que no son atendidas, como imprescindibles redes de agua potable y cloacas. En muchísimos casos con localidades que adolecen de estos esenciales servicios y en otros, con redes centenarias, que se manifiestan colapsadas por el aumento de la población.
En lugar de atender este y otros temas que son de incumbencia propia y directa del Estado, se gasta mal y sin cuidar el erario, que es de todos. Dos casos son paradigmáticos del derroche kirchnerista, uno es Aerolíneas Argentinas la que, desde su estatización en 2008, el Tesoro tuvo que ayudarla aportándole sumas millonarias para cubrir sus pérdidas.
Otro asunto es el de Futbol para Todos, un engendro ideado por el kirchnerismo con la complicidad de Julio Grondona. Se inició en 2009 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y finalizó en el año 2017, cuando el gobierno de Mauricio Macri decidió no continuar con el subsidio estatal a las transmisiones televisivas de fútbol.

El gobierno de Javier Milei ha venido destapando ollas podridas, no solo de corrupción, sino también de organismos inútiles, con enormes presupuestos. Claro está que en una sociedad acostumbrada a que el Estado resuelva sus conflictos económicos emitiendo moneda espuria, la premisa de que “no hay plata”, reiteradamente expresada por el actual presidente, le cae muy mal y no la entiende.
La recuperación del país es una tarea ciclópea; volver a ser un país productivo, basado en la inversión privada, el trabajo y el esfuerzo, es una meta que debimos asumir años atrás y que ahora costará años implementarla. La decisión del gobierno de no emitir más es un intento que todos deberíamos apoyar.
