La pobreza es la mayor vergüenza en un país que se considera rico. Dos de cada tres chicos son pobres y casi la mitad de la población no alcanza a elevarse sobre el nivel considerado de pobreza. Según un informe difundido por Cáritas y el Observatorio de la UCA, a mediados del año 2022, seis de cada diez argentinos en algún momento se sumergieron en la pobreza entre 2010 y 2021. Y registraron que en el país hay ya 5700 villas o barrios de emergencia.

En la última década apenas cuatro de cada diez personas lograron evitar el umbral de la pobreza. Al mismo tiempo, un 30% de la población nunca dejó de ser pobre y tres de cada diez personas lo fueron alguna vez en los últimos diez años.
Ni el gobierno de Cristina, ni el de Mauricio Macri, quien prometía pobreza cero, ni el actual de Alberto Fernández, pudieron revertir un núcleo duro de pobreza que se consolidó en el país, según la UCA.

El propio Papa Francisco poco días atrás se refirió al problema en una entrevista con Associated Press, dijo “En el año 55, cuando terminé mi escuela secundaria, el nivel de pobreza era del 5%, hoy la pobreza está en el 52%. ¿Qué pasó? ¿Mala administración, malas políticas?”. La inefable vocera presidencial Gabriela Cerruti, como es habitual, le echó la culpa al gobierno de Macri.
De la pobreza y la miseria se nutre el populismo. Cuanto más pobre e ignorante sea la gente, la cosecha de votos es mayor. Y fácilmente podemos observar que son incapaces de contener la inflación, no les aflige la pobreza, tampoco la inseguridad. Están dedicados de lleno y con cartón completo, a combatir a la justicia independiente, hacerle juicio a la Corte y pergeñar estrategias electorales.