El nepotismo se ha vuelto una práctica normal en Tucumán. Lamentablemente esta práctica corrupta ha venido ampliándose y perfeccionando en nuestra provincia. Intendentes, legisladores, concejales y funcionarios, son electos o designados por el parentesco sin considerar los méritos ni la idoneidad del personaje. De esta manera se suceden los cambios y enroques en los cargos, entre cónyuges, hermanos, hijos, primos y familiares de primer grado.

La palabra Nepote equivale a “sobrino” en italiano o pariente y privado del papa. El nepotismo como práctica nace en la Edad Media, cuando algunos papas y obispos que criaban a sus hijos naturales como «sobrinos», les daban preferencia. Algunos papas son conocidos por haber elevado a sus parientes a cardenales de la iglesia. Tales técnicas se usaban a menudo, como una forma de continuar una dinastía papal.
Rodrigo Borgia, que como papa tomó el nombre de Alejandro VI, fue uno de los mayores enemigos de Julio II, quien le acusaba (con razón) de utilizar su posición para favorecer personalmente a sus familiares, incluso en detrimento de los intereses del Estado Pontificio. Un caso de nepotismo extremo fue el de Napoleón Bonaparte. Hizo reyes a cinco de sus hermanos en las regiones conquistadas. José Bonaparte, en España, que pasó a la historia como Pepe Botella por su afición al trago. Luis Bonaparte en Holanda, Jerónimo Bonaparte en Westfalia, Carolina Bonaparte en Nápoles y Elisa Bonaparte en la Toscana. Pero dejemos de lado la historia para dedicarnos a Tucumán.

“Cada uno tiene derecho a nombrar a la gente que quiere». Así se defendía José Alperovich en sus tiempos de gobernador cuando le cuestionaban su favoritismo familiar. La frase indica claramente la desviación moral del exgobernador, al no tomar conciencia de lo que el nepotismo implica como una de las formas nefastas de la corrupción.
Según una nota del diario La Gaceta, cerca del 80% de los intendentes de Tucumán piensa en alguien de su familia para el período 2023-2027. Hay casos donde hermanos se turnan para ejercer uno como Intendente y otro como legislador, y en un nuevo turno electoral producen un enroque.

Claro está que Tucumán no es el único caso. En el país también es una práctica muy común. Jorge Lanata denunció en su programa «Periodismo para todos», varios casos de nepotismo. Entre otros, el nombramiento en cargos públicos de 8 allegados del entonces diputado Eduardo «Wado» De Pedro, actual Ministro del Interior.
Luis D’Elía, ex funcionario y referente social del kirchnerismo, tiene a tres de sus hijos trabajando en el Anses. Cuando el dato salió a la luz, la única justificación fue que ganaban lo mismo que cualquier otro empleado. Pero nada dijo sobre la forma en que fueron contratados.
El nepotismo debería ser prohibido o regulado en nuestras constituciones o mediante leyes. Como en la Carta Magna de Ecuador que lo prohíbe taxativamente, sin embargo todavía está pendiente la elaboración y promulgación de una ley que lo reglamente.
En los Estados Unidos, cada Estado tiene su propia legislación sobre el asunto. En su mayoría, las leyes estatales tratan sobre todo lo referido a consideraciones éticas, pero en algunos de ellos se agregaron normas específicas sobre el nombramiento de parientes y allegados.
En la Florida, un legislador no puede nombrar o recomendar a un familiar o amigo para un puesto en el sector donde él trabaja. Tampoco puede ejercer cargos de dirección en sectores donde trabajan familiares suyos. Puerto Rico, Estado libre asociado a los Estados Unidos, se destaca con una ley del 2000 que en el nombre del «principio de mérito», prohíbe los nombramientos en el aparato del Estado «a persona alguna que tenga parentesco hasta el tercer grado de consanguinidad o segundo de afinidad con cualquiera de sus miembros».
En nuestra provincia la ciudadanía parece haber perdido la capacidad de reacción ante las prácticas nepóticas. El diario La Gaceta a través de algunos artículos está llamando la atención sobre el tema, que no es un asunto menor, es una forma muy grave de corrupción.
El sistema electoral de la provincia permite prácticas que están lejos de prestigiar la democracia, acarreo de votantes, regalos, bolsones, prebendas, promesas de cargos, facilitan que estos parientes del caudillo local sean electos en cargos donde solo debería primar la idoneidad y el mérito.