Mar. Abr 23rd, 2024

Para conocer a Enzo Pérez hay que formar parte de su círculo íntimo. Eso cuentan los que realmente saben de él. Hacia afuera da la impresión de ser antipático o tal vez muy serio, probablemente por su fuerte personalidad o porque él se define como muy “tímido”, pero la historia cambia puertas adentro de la vida de este mendocino de infancia difícil y presente épico. Hoy, sin dudas, está entre los ídolos más grandes de la historia de su amado River.

Para empezar con la historia de Enzo, el punto de partida es su nombre. Se llama Enzo por Francescoli, ídolo de su papá Carlos, un albañil que juntaba el mango cuando le salía una obra en Maipú, localidad que forma parte del Gran Mendoza y es uno de los principales centros bodegueros de la provincia. En la casa familiar, todos de River. Lleva la pasión en la sangre y su sueño como futbolista siempre fue ponerse la banda roja en el pecho, algo que pudo cumplir luego de consagrarse en Godoy Cruz y Estudiantes de la Plata y de su paso europeo por Benfica y Valencia.

Al Enzo que jugaba a la pelota desde los 5 años en el club Petroleros de El Bermejo no le sobraba nada. En su casa, por el contrario, se vivía el día a día. Cuando Oscar tenía trabajo las cosas se hacían un poco más fáciles, y cuando no, había que ponerle el pecho a la adversidad y remarla. Como ese tiempo en que la familia vivió en un garage porque no había plata para pagar un alquiler.

Enzo Pérez jugando con la camiseta de Maipú de Mendoza a los 16 años.

“No fue fácil. Estábamos tres meses en una casa, cuatro meses en otra, éramos nómades. Se terminaba la plata para el alquiler, entonces mi viejo hablaba con algún conocido y le pedía que lo aguantara un tiempo hasta que consiguiera trabajo. Mi viejo era albañil y viste cómo son esos trabajos, ¿no? Una semana tenés, otra no. Una vez le dieron una obra grande en un barrio, y ahí vivimos en una buena casa, pero en cuanto terminó la obra, afuera. En una época vivimos en un garage, con los colchones, la mesa, la garrafa para cocinar. Para bañarnos le teníamos que pedir el baño a la gente que vivía en la casa”, contó el actual ídolo de River en una entrevista hace unos años.

Cuando las cosas se ponían muy bravas, su mamá se iba a la pieza para no cenar. No había para todos. Enzo era el más grande de los hermanos y se daba cuenta lo que pasaba: “Lo tengo todo muy grabado en la cabeza. Quizá mis hermanos al ser más chicos no se daban cuenta tanto. Yo vi cuando mi viejo fue a vender la alianza de casamiento para comprar comida o recuerdo haber ido a buscar a mi vieja a su habitación para que viniera a comer con nosotros, y que me contestara que no tenía hambre, o cualquier otra excusa, para no sacarnos comida a nosotros. Por ahí pasaban los cumpleaños y no los podíamos festejar. Cerca de casa había una panadería: íbamos sin vergüenza a pedir que nos dieran lo que sobraba para tener algo más sobre la mesa”.

Para su mamá, Miriam, había una regla que se debía respetar: hacer los deberes que traía de la Escuela Antártida Argentina, merendar, y recién después ir a jugar con una pelota en los pies. Eso fue así hasta que Enzo cumplió 16 años y debutó en la Primera de Deportivo Maipú. Entonces tomó una decisión y la puso sobre la mesa: quería dedicarse al fútbol porque sabía que podía llegar, ganar plata y ayudar que la familia tuviera un mejor futuro. Por eso dejó la escuela y le dedicó todo su tiempo a entrenar. Cuando el Gato Oldrá lo seleccionó de un selectivo de chicos de la región y se lo llevó a Godoy Cruz, el club más grande de Mendoza, sintió que no se había equivocado.

Soccer Football – Copa Libertadores – Group D – River Plate v Santa Fe – Estadio Monumental, Buenos Aires, Argentina – May 19, 2021 River Plate’s Enzo Perez and teammates celebrate after the match Pool via REUTERS/Juan Ignacio RoncoroniPor: Pool via REUTERS

“Desde que tengo uso de razón ando con una pelota de acá para allá. Llegaba del colegio, tiraba la mochila y me iba a jugar. Si no había pelota, hacíamos una con bolsas, o con medias, o jugábamos con una tapita de Coca Cola, o con piedritas en el asfalto, muchas veces descalzos”, contó Enzo sobre sus pasos previos a convertirse en futbolistas profesional.

En Estudiantes de La Plata, su siguiente club, conoció la gloria y a un hombre que lo marcó para siempre con sus enseñanzas futbolísticas y de las otras: Alejandro Sabella. En el Pincha fue figura y campeón de América en 2009 jugando con Juan Sebastián Verón. Luego, llegaría Europa: el gran salto económico y la posibilidad de competir al más alto nivel, primero en Portugal con la camiseta del Benfica y luego en la Liga española con el Valencia, donde enfrentó a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, entre otros.

Pero Enzo se debía jugar en River. Por eso cuando Gallardo y Francescoli lo fueron a buscar en agosto de 2017, no lo dudó ni un instante y presionó para que el Valencia lo venda. “Era cumplir mi sueño y el de mi familia”, confesó por entonces el mendocino que seguramente no se imaginaba que estaba a punto de convertirse en uno de los futbolistas más importantes de la era Gallardo y en gran ídolo de los hinchas.

Enzo y sus hijos en el vestuario del Monumental tras el histórico partido.

Todo lo que hizo en el Millo es historia más que sabida, especialmente ganarle una final de Copa Libertadores a Boca en Madrid, pero cómo lo logró puede ser el mensaje a resaltar: “Yo soy un apasionado del fútbol desde chico, y esto también incluye el entrenamiento. Sé que para estar bien en la cancha me tengo que matar afuera. Mi viejo me inculcó otro tipo de valores: sacrificio, humildad, respeto. El ambiente del fútbol es difícil y cuando te van las cosas bien, más si sos joven, se te pueden subir los pájaros a la cabeza. Y tanto mi viejo como mi vieja siempre estuvieron para hacerme tener los pies sobre la tierra”.

Tal vez para devolver algo de lo que el futbol le dio, desde hace años abrió la escuela de fútbol “Academia Enzo Pérez” en Maipu y Coquimbito. Allí, su padre, con pasado como talentoso pero frustrado futbolista, es el que trabaja con los pibes para que den sus primeros pasos con una pelota.

Papá y campeón de la Libertadores, todo en un ratito

El día que Estudiantes jugó la final de la Copa Libertadores 2009 en Belo Horizonte ante Cruzeiro, Enzo recibió una noticia que en un principio no lo inquietó, aunque después generó un tremendo revuelo en la concentración del Pincha: su mujer, Florencia, empezó con contracciones y trabajo de parto varios días antes de lo previsto. El estaba durmiendo la siesta. A la noche era el partido por el título en el Mineirao. Cuando se levantó a merendar se largó a llorar.

“Me fui a dormir la siesta y de golpe me llamó mi mujer para avisarme que entraba en el quirófano. “Bueno mi amor, mucha suerte, chau”, le dije, y le corté… Ja, ja, increíble, estaba re dormido. Me habrá puteado en 250 mil colores”, contó sobre ese momento tan especial. “Me levanté de la siesta, bajamos a merendar y ahí me cayó la ficha. Me estaba sirviendo el té y me largué a llorar mal. Nadie entendía nada. Ahí se fue corriendo la bola, se emocionaron todos y me subieron a la habitación. ´Willy, quedate tranquilo que el nene nació en perfectas condiciones, está re bien, Florencia lo mismo´, me dijo mi viejo”. Había nacido Enzo Santiago. Un rato más tarde, papá Enzo fue campeón de América.

Enzo y su familia: su esposa y sus hijos son parte fundamental para su exitosa carrera.

Así es Enzo Nicolás Pérez, el que jugó la final del Mundial de Brasil 2014 entre Argentina y Alemania, el que es capaz de mirar dos partidos al mismo tiempo en el televisor del living y la cocina hasta que la mujer le reclama “una tele para mí”, el que lleva tatuado en la piel el escudo de River junto a la Virgen de Luján en la espalda (además de su primer auto, un Fiat 147, su familia, un león en referencia a Estudiantes y otros 15 más).

Los tatuajes de Enzo Pérez: su familia, el escudo de River, su primer auto y la Virgen de Luján.