Dom. Oct 12th, 2025

Para Alberto Fernández la carta pública, con la que Cristina rompió su silencio, es muy valiosa e implica un apoyo a su gestión. Extraña conclusión del presidente, cuando la gran mayoría de los analistas políticos, el periodismo y dirigentes muy diversos, interpretan que lo que la vicepresidente intenta, con la criptica misiva, es desprenderse de su gobierno y no ser la corresponsable del fracaso de un gobierno que se encamina de lleno a una gran tormenta de imprevisibles consecuencias.
Cristina no es ciega para no ver como el país se acerca al abismo y ve muy oscuro el horizonte. Convoca con evidente hipocresía, a un acuerdo amplio, justamente con aquellos que ella denosta en su carta, políticos de oposición, especialmente Macri, al que le profesa un especial odio, probablemente por hacerlo responsable de sus problemas judiciales, a los medios y a los empresarios.  

Según la Vice el problema de la economía bimonetaria es el más grave que tiene nuestro país, y “de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla» señala la vicepresidenta.
Pero limitar la monumental crisis que está padeciendo el país, al problema de la moneda, es no tomar real dimensión del problema. Con una pobreza que ya está cercana al 50 % y la mitad de ellos, indigente; con una economía en franca recesión; altísima desocupación; cierre masivo de pymes; y grandes empresas que abandonan el país; ausencia casi total de inversiones; ocupaciones ilegales en todo el territorio de la Nación y en algunos casos con la participación activa de funcionarios nacionales; inseguridad tan imparable como asfixiante para la sociedad; justicia por mano propia con linchamientos de sospechosos; chicos sin escuelas que ya han perdido el año; un poder judicial jaqueado por los otros poderes; enorme déficit fiscal cubierto por emisión monetaria sin respaldo y sin límite, que pronostica muy alta inflación ; un BCRA sin reservas y el humor social por el piso después de la cuarentena más larga del planeta, que, en función del volumen de contagios por el coronavirus, resultó un enorme fracaso. Este penoso escenario que no ignora Cristina, aunque no lo mencione en su carta, conforma un fenomenal cóctel explosivo al que solo le falta algún hecho ingrato que actúe como detonante.
Cristina también advierte, como gran parte de la sociedad, que el gabinete nacional está conformado por un grupo de ineptos y se lo reclama a Alberto, cuando habla de “funcionarios que no funcionan” y también de “aciertos y desaciertos”. Y se aleja de las decisiones del Ejecutivo cuando aclara que el que decide es el presidente y también “el que saca, pone o mantiene funcionarios”.  Clarísimo como agua de manantial que lo que realmente dice es, «de los desaguisados de Alberto no me culpen a mí».  

Los gobernadores de provincia no ayudan, y tampoco se hacen cargo de la crisis, actúan como si no pasara nada, no obstante que en sus respectivas jurisdicciones se plantean gran parte de los conflictos enunciados.  Al menos, hubieran reducido sus sueldos y aplicado una férrea contención de gastos en los clásicos despilfarros de los tesoros provinciales.  Actúan como simples observadores de la crisis y no como protagonistas, lo que efectivamente son. Son los gobernadores los que deben velar para que en sus respectivas provincias impere la ley. No deben apoyar situaciones ilegales, como tomas de tierras, o justicia por mano propia y deben hacerse cargo de mitigar los efectos de la pandemia de coronavirus. Son ellos, junto a los intendentes municipales, la primera línea para evitar caer en la anarquía o en la anomia