Resulta indudable que los argentinos hemos abandonado, desde bastante tiempo atrás, el pensamiento del padre de nuestra Constitución y no mantenemos el rumbo señalado por el gran tucumano. El miércoles de la pasada semana, mencionábamos a su libro «Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, según su Constitución de 1853″ que resulta conveniente leer para interpretar el programa económico desarrollado por nuestra carta Magna. Hoy avanzaremos en su análisis.
Dice Alberdi en la introducción de su libro, que “la economía política es un caos, un litigio interminable y complicado en que no hay dos escuelas que se entiendan sobre el modo de comprender y definir la riqueza, la producción, el valor, el precio, la renta, el capital, la moneda, el crédito.” Y que es muy fácil que el legislador y el publicista, según la escuela en que reciban su instrucción, “se desvíen de la Constitución y alteren sus principios y miras económicas, sin pensarlo ni desearlo”.No caben dudas de que, a lo largo de la historia de nuestra Argentina, se ha legislado vulnerando principios constitucionales, y es habitual ver también cómo, a través de decretos, resoluciones, y otros ordenamientos o regulaciones estatales, se vulneran los principios que destaca Alberdi.
El publicista se interroga a cuál de las escuelas de la ciencia económica pertenece la doctrina de la Constitución argentina; “y cuáles son las escuelas que profesan doctrinas rivales y opuestas a la que ha seguido esa Constitución en su plan económico y rentístico”.
Alberdi continúa, aclarando el punto principal que las divide:
Hay tres elementos que concurren a la formación de las riquezas: 1° Las fuerzas o agentes productores, que son el trabajo, la tierra y el capital. 2° El modo de aplicación de esas fuerzas, que tienen tres fases, la agricultura, el comercio y la industria fabril. 3° Y, por fin, los productos de la aplicación de esas fuerzas. Sobre cada uno de esos elementos ha surgido la siguiente cuestión que ha dividido los sistemas económicos: En el interés de la sociedad, ¿vale más la libertad que la regla, o es más fecunda la regla que la libertad?
Para el desarrollo de la producción el genial tucumano se interroga: “¿es mejor que cada uno disponga de su tierra, capital o trabajo a su entera libertad, o vale más que la ley contenga algunas de esas fuerzas y aumente otras? ¿Es preferible que cada uno las aplique a la industria que le diere gana, o conviene más que la ley ensanche la agricultura y restrinja el comercio, o viceversa? ¿Todos los productos deben ser libres, o algunos deben ser excluidos y prohibidos, con miras protectoras? He ahí la cuestión más grave que contenga la economía política en sus relaciones con el derecho público. Un error de sistema en ese punto es asunto de prosperidad o ruina para un país.” Expresa con sabiduría el lúcido Alberdi.
El autor explica en esta Introducción del libro, las diferentes escuelas económicas conocidas en los tiempos que se publicaba (1858). La escuela mercantil, representada por Colbert, ministro de Luis XIV, y el gran pensador tucumano aclara que esta escuela sólo veía la riqueza en el dinero y no admitía otros medios de adquirirla que las manufacturas y el comercio. “Esta escuela, perteneciente a la infancia de la economía, contemporánea, del mayor despotismo político en los países de su origen galo-español. representa la intervención limitada y despótica de la ley en el ejercicio de la industria. A esta escuela se aproxima la economía socialista”, señala Alberdi, “que ha enseñado y pedido la intervención del Estado en la organización de la industria, sobre bases de un nuevo orden social más favorable a la condición del mayor número. Estas dos escuelas son opuestas a la doctrina económica en que descansa la Constitución argentina» aclara taxativamente el Padre de la Constitución.
Enfrente de ellas, están la escuela llamada physiocrática, representada por Quesnay, y la grande escuela industrial de Adam Smith. Respecto a la primera de ellas, Alberdi señala
«La filosofía europea del siglo XVIII, tan ligada con los orígenes de nuestra revolución de América, dio a la luz la escuela physiocrática o de los economistas, que flaqueó por no conocer más fuente de riqueza que la tierra, pero que tuvo el mérito de profesar la libertad por principio de su política económica» [i]
Luego se refiere a Adam Smith. Pero esa será la continuación de esta nota, que la desarrollaremos mañana.