Concluíamos nuestro editorial de ayer, diciendo que minimizar el banderazo del lunes, como los anteriores, sería un error: Al gobierno le conviene hacer una autocrítica, analizar su rumbo y efectuar las correcciones necesarias, antes de que el país se estrelle, porque en ese rumbo vamos.
La respuesta oficial a los miles de ciudadanos que se autoconvocaron en toda la geografía del país, provino del Jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero. Actuando de portavoz, ningún otro funcionario habló del tema, dijo, que los manifestantes “no son la gente, no son todos, no son el pueblo, no son la Argentina”. Bueno, bueno, si los reclamantes de cambio de rumbo del gobierno no son gente, ni pueblo, ni argentinos, ¿que son entonces? Sería interesante que lo aclare. ¿Será acaso que para el inefable Jefe de Gabinete, solo son argentinos, pueblo o gente, los que aún siguen aferrados al kirchnerismo?. Es una actitud discriminatoria, impropia del encargado de administrar a la Nación.
Algunos periodistas sostienen que el funcionario está convencido de que los manifestantes provienen de la clase media y claro está que su sector político desprecia a la clase media, a la que agobia con impuestos, reduce sus ingresos y la maltrata permanentemente, pero no debe olvidar que esa clase media tan vilipendiado hoy por su gobierno, es la que hizo grande a la Argentina y aportó sus mejores dirigentes a la humanidad en los más diversos ámbitos, en la cultura, en las ciencias, en la literatura, en el conocimiento; hasta un Papa y una Reina, provienen de esa clase media argentina.
Cafiero tampoco acepta que las multitudes se hayan autoconvocados, principalmente por las redes sociales, interpreta que están vinculadas “a un partido político que no acepta que perdió las elecciones». Macri le debe estar dando las gracias, porque si Juntos por el Cambio, que es el que perdió las elecciones, tiene este extraordinario poder de convocatoria, debe descansar tranquilo, tiene ganadas las próximas compulsas electorales.
Otro que habló, mientras se realizaba la movilización, fue Roberto Lavagna. Dijo: “Pretender que el presidente y la vicepresidente se distancien o tomen caminos distintos es una aspiración institucionalmente dañina para el futuro del país que, por otra parte, ya se concretó en una ocasión reciente y nos fue mal, muy mal»
¿Quién tiene esas pretensiones, Sr. Lavagna? Dígalo con nombre y apellido. La marcha fue para un cambio de rumbo. Nadie habló de un divorcio entre Alberto y Cristina, pero sin duda que son muchos los que piden se respete el orden constitucional. El presidente gobierna y su Vice acompaña. Va contra la naturaleza de las instituciones que esto sea al revés. Una gran mayoría pide que el presidente asuma como tal. Si Ud. entiende que este reclamo implica que Alberto y Cristina tomen caminos diferentes, corre por su cuenta.
La veloz caída de imagen de Alberto y de su gobierno es directamente proporcional a la miopía de sus funcionarios. Lo grave es que, sin un cambio de rumbo de 180 grados, tanto en lo económico, en salud, en el alineamiento internacional, y en lo institucional, el país caerá en un profundo precipicio.